Luego de ubicarte en una de las mesas del restaurante Alaseña, Milagros se acerca y te da la bienvenida con señas. No escucha. Utiliza el lenguaje de señas para comunicarse con los comensales oyentes. Es una persona sorda que trabaja en este negocio fundado para incluir a las personas con discapacidad auditiva en Arequipa.
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La joven mesera abre la carta de hamburguesas, bebidas y otros potajes preparados en este local, para hacerte algunas indicaciones. Cada presentación de hamburguesa tiene una seña asignada. Si deseas una clásica, por ejemplo, levantas la mano, juntas cuatro dedos y el pulgar lo doblas y pegas hacia la palma. Milagros mira y luego corrobora. Señala con su índice tu elección y confirmas. El mismo proceso sigue para escoger las cremas o las bebidas solicitadas. Al final Milagros toma nota y enseña una seña. Colocas tu mano a la altura del mentón y la mueves hacia adelante: Gracias.
No solo la carta de menú tiene señas. También los cuadros colgados en las paredes del primer piso. En las imágenes se observa a Esteban Ramírez, fundador de Alaseña, enseñando las señas para cada plato. En el segundo piso hay un televisor que muestra en vídeo a un intérprete enseñando este lenguaje. Los servilleteros tienen la forma del “te quiero” en lenguaje de señas.
UN LOCAL PARA OYENTES

La decoración del local busca que los clientes oyentes aprendan a comunicarse con esta comunidad. No es un restaurante exclusivo para personas sordas, sino para todo aquel que guste de hamburguesas, y de yapa esté dispuesto a aprender lenguaje de señas.
Esteban Ramírez confiesa que más del 90% de clientes de Alaseña son oyentes de Arequipa, Lima y algunos turistas extranjeros. Milagros cuenta que en este tiempo ha hecho amistad con algunos usuarios de este negocio quienes al regresar se comunican con las señas enseñadas por ella.
Además de Milagros también trabaja Gonzalo como asistente de cocina y Jorge, otro mesero, también con discapacidad auditiva. “La mayoría de clientes están contentos. Hay algunos reacios a aprender, pero todo va bien”, comenta Jorge.

ALASEÑA NACIÓ EN PANDEMIA
Esteban Ramírez fundó Alaseña, al costado del parque San Francisco, cuando la pandemia estaba en su peor momento. Había restricciones y colapso de hospitales, pero decidió salir adelante con su hermano.
“¿No te dijeron que estabas loco al iniciar este negocio en plena pandemia?” Esteban ríe y responde. “Lo tomaba como un halago, pero al final tuve razón”.
No tenía experiencia en cocina, salvo el trabajo de mesero que hacía los fines de semana mientras estudiaba en la universidad. Aunque su hermano, su socio, sí cocinaba. Su especialidad: parrillas argentinas.

Antes del restaurante, Esteban trabajaba como intérprete para una estudiante de la Unsa cuando las clases eran presenciales. Al inicio el resto de alumnos estaba más atentos a sus señas que a las lecciones del maestro. Luego se fue integrando a este grupo.
Los hermanos embarcados en esta locura salieron adelante y hoy Alaseña es un negocio rentable. La visión de Ramírez es que en cinco años haya tres restaurantes más de la misma temática en Arequipa, y un cuarto en Cusco o Lima.
Alaseña solo devela el enorme proyecto de Esteban de sacar de las sombras a la comunidad sorda y comunicarla con los oyentes. Él da el primer paso para lograr esta inclusión en Arequipa. Una iniciativa que empezó con Lara, una escuela de lengua de señas, en el 2014.
LA HISTORIA DE LARA

Lara educa sobre la lengua de señas. Al igual que Alaseña, la mayoría de alumnos son oyentes. “La mayoría lo hace con fines altruistas, el 99% de estudiantes no tiene un familiar sordo, lo hacen porque quieren una sociedad más inclusiva, que haya más oportunidad para todos por igual y desean parte de un cambio”, comenta Ramírez.
También cuenta con un voluntariado que se ofrece de intérpretes a jóvenes que desean estudiar en un colegio o universidad.
Esta escuela puede llegar a tener entre 100 a 120 alumnos al mes interesados en aprender el lenguaje de señas.
La importancia de este aprendizaje es que, ante la existencia de más intérpretes, haya más posibilidades que las personas sordas se incluyan en la sociedad. Ramírez lamenta, por ejemplo, que muchos niños y jóvenes no aprendan a leer ni a escribir por esta deficiencia en la comunicación.
“Muchos niños sordos no saben leer, ni escribir. Sin saber leer ni escribir, no les permite acceder a una universidad, porque académicamente no están al nivel. No es responsabilidad de ellos, sino del sistema educativo que no es amigable, que no les garantiza ese aprendizaje real”, destaca Ramírez.
ERRORES DE OYENTES
Uno de los errores más comunes de los oyentes para comunicarse con las personas sordas es escribir mensajes en un papel. Pero esta forma de comunicación no funciona. Muchas de las personas con discapacidad auditiva no entienden el español, precisamente porque no saben leer ni escribir.
“La lengua de señas es un idioma, la mayoría (de personas sordas) aprende lengua de señas y es su idioma materno. El español escrito es un segundo idioma, es como nosotros queriendo hablar en francés, para los sordos es un segundo idioma. Si lo podrían entender y comprender, siempre y cuando ellos estudien, y dónde se estudia el español, en el colegio, y justamente los colegios deberían estar preparados para enseñar este segundo idioma”, señaló.
La única dificultad que tienen las personas con discapacidad auditiva es que no escuchan. Nada más. Pero al no existir las herramientas para garantizar una preparación académica óptima es que muchos en su juventud no estudian y se refugian en negocios familiares o trabajos de manufactura. “Hay sordos que salen al extranjero, regresan y son exitosos. Entonces si hay estos casos, ¿por qué el resto no puede? sí es posible”, dijo.
SU PAPÁ, SU INSPIRACIÓN

A Ramírez no le contaron estas historias, porque las vivió con su padre. Su papá, Luis Alberto Ramírez Arellán, nació sordo en una comunidad campesina de Huaraz. Como también su tercer hermano. “Nunca he escuchado, tengo una sordera profunda, no he podido hablar, ni oralizar, me enseñaron algunas cosas”, recuerda Luis Alberto Ramírez.
Al inicio se comunicaba con algunas señas. Creó algunas en quechua. No fue al colegio sino hasta los 12 años en que su familia se mudó a Lima. Lo incluyeron en un colegio donde sorprendió sus profesores con sus aprendizajes. “Por esos años se creía que ser sordo era también tener retraso mental”.
Luego conoció a un misionero que le enseñó la lengua de señas peruanas. Se casó también con una persona sorda y tuvieron cinco hijos oyentes, uno de ellos Esteban. “Mi padre nunca tuvo miedo que sus hijos nazcan sordos”, comenta Esteban quien nació en Huancayo, pero hoy está en Arequipa hace 12 años. “Aquí me voy a casar”, dice con seguridad Ramírez. La mamá de Esteban falleció cuando tenía seis años.
CUÁNTAS PERSONAS SORDAS HAY EN AREQUIPA
Su papá vive en Lima. En respeto al esfuerzo realizado por él y sus hermanos es que bautizó Lara con las iniciales de su nombre. “Siendo persona sorda, teniendo cinco hijos, lo vi trabajar duro, sacrificarse y a veces ni siquiera comer algunos días. Teniendo muchas limitaciones para tener trabajo, lo despidieron por ser sordo. El sacrificio que hizo por nosotros es muy respetable para mí”, explica Esteban.
Un amor que ha servido para movilizar estos dos proyectos que buscan visibilizar a la comunidad de personas sordas en Arequipa. Según el Registro Nacional de Personas con Discapacidad, en la región están inscritas 1310 personas con discapacidad auditiva. Pero el censo del Inei del 2017 revela que hay 29 389 con alguna discapacidad para oír, aún usando audífonos, y 8 331 con alguna dificultad para hablar o comunicarse aún usando lengua de señas.
¿Qué le dirías a un padre que tiene un hijo sordo?
“Su hijo solo habla otro idioma, no tiene una dificultad más y cómo se soluciona eso, que el mismo papá o mamá aprenda lengua de señas, no hay otra dificultad, no tiene problemas mentales o físicos, simplemente su hijo tiene la capacidad de hablar otro idioma”, aconseja Esteban.
A TENER EN CUENTA
La forma correcta de dirigirse a esta comunidad es como personas sordas o personas con discapacidad auditiva. No son mudos ni sordomudos (términos que podrían considerarse peyorativos). Tienen capacidad para hablar, solo que no han entrenado la habilidad para articular palabras.