lunes, mayo 29, 2023

Arequipa, la ciudad de los músicos

Jóvenes extranjeros mostrando sus talentos musicales para animar las calles de Arequipa.

Los ruidosos manifestantes rodeaban la plaza de armas al mediodía del jueves mientras Luis, Carlos y Ramiro, tres músicos venezolanos, tocaban en el portal del municipio. Los gritos que exigían combatir la inseguridad ciudadana, por un lado, y devolver los ahorros perdidos de la cooperativa Credicoop, por otro, no pusieron en pausa las canciones ofrecidas a los peatones del portal.

Carlos tocaba la guitarra eléctrica, Ramiro el cajón y Luis Carlos, el violín. Los tres provienen de Venezuela. Ese día se juntaron para tocar sin imaginar la llegada de esta marcha.

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Las voces, algunas amplificadas con megáfonos, se hacían más fuertes cuando pasaban cerca al portal del municipio, pero igual la música continuaba. Hasta que la marcha finalizó, luego de un par de horas de recorrer la congestionada ciudad de Arequipa, para dejar esta orquesta sola con su público.

A esa hora, en que todos salen de sus trabajos para almorzar o ingresan al supermercado que funciona en esa zona para comprar la comida que llenará los estómagos vacíos, unos se quedan unos minutos para apreciar a estos músicos extranjeros.

Luis Carlos toca con mucha destreza el violín. Cada vez que inicia una canción antes saca su celular para escoger una pista que acompañe las melodías. El instrumento que va en sus manos tiene un cable negro que conecta a un parlante. No es un día de música clásica, sino de clásicos del rock o pop. “Hago clásicos, pero también rock, tango, pop. También me gusta Rata Blanca, Mago de Oz”, cuenta.

Escoge la pista para acompañar “Sweet Child O’ Mine” de Guns N’ Roses. La gente reconoce el tema, y quien no, igual al resto, escucha y empieza a mover la cabeza con uno de los pies. Ramiro y Carlos acompañan el cover con sus instrumentos.

CORAZÓN ESPINADO


Pero cuando viene Corazón espinado, tema de Maná con Santana, algo pasa en esa esquina del portal. Hay más gente. Más celulares grabando. Se aprecia más la música por encima de los carros que transitan por esa calle.

Hacia el final las manos de Ramiro van tocando el cajón. Canta con suavidad: “corazón espinado…corazón espinado”. La guitarra eléctrica se luce y Luis Carlos mueve sus dedos de la mano izquierda y el arco tomado con la otra mano con más rapidez. Ramiro no deja de mirarlo, hasta que Luis Carlos finaliza.

El público aplaude, sonríe, unos tímidos se acercan y depositan unas monedas. “Gracias”, responde Ramiro. “Todo lo que ganamos lo repartimos en partes iguales para cada uno”, comenta. Uno deja un billete de 10 soles. Otros terminan de grabar y se van. A uno le ha gustado. Pide un número de celular para contratos. El concierto continúa. Ya va más de 1 de la tarde y no dejan de tocar. Aunque la audiencia disminuye, la música no para; hay cuentas por pagar.

UN DÍA ANTES

Hace dos años está en Arequipa.

Un día antes Luis Carlos Covarrubias Quijada estaba solo en el portal de Flores, cerca a la calle Mercaderes. Tocaba covers. Pero cuando le pido grabar un vídeo con su música, escoge La vie en rose (La vida en Rosa) de Edith Piaf. De la nada aparecen un grupo de pequeños atraídos por esta clásica melodía francesa.

Cada día al promediar de las 10 de la mañana se aparece para tocar en la plaza de armas, su centro de trabajo. Ingresa con su violín colgado en su espalda y cargando su pequeño parlante. Antes de ofrecer su talento, desayuna y luego empieza a tocar, por lo menos dos horas al día.

Toca desde los 10 años en Trujillo, provincia de Venezuela. Ingresó al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de ese país donde aprendió a dominar el violín. La crisis obligó a emigrar de su país. Llegó a Lima. Ha estado también en Barranca, Huacho y Huaral. Hace dos años está en Arequipa. No ha hecho más trabajo que tocar el violín en las calles. A veces gana 20 a 30 soles, como también hay días en que puede obtener 100 soles. Además, tiene una academia llamada “Academia de Violín Covarrubios”, donde enseña de manera virtual y presencial. No solo está en la plaza de armas, sino también en otras calles del centro histórico. Alguna vez tocó en un mall, junto a otra banda.

“¿Con quién vives aquí?”, pregunto. “Con mi pareja y hermano, mi hermano también es violinista, está tocando por allá”, señala con una risa tímida.

EL HERMANO

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Luis Oscar, hermano de Luis Carlos, luego de terminar de tocar en el portal del municipio.

Su hermano de 29 años, llamado Luis Oscar, está en el portal del municipio también tocando el violín. Aunque su especialidad es la viola, prefiere ofrecer su música con el violín. Él llegó recién a la ciudad. Hace dos semanas está en Arequipa. Estuvo antes en Cuenca, Ecuador y viajó a la Ciudad Blanca. La historia es similar a la de su hermano. Se formó en el mismo sistema de orquestas que todavía sobrevive en Venezuela, pese a la crisis. Recuerda que su padre, guitarrista, fue su principal influencia de niño. Falleció en el 2020 por la pandemia de la COVID-19.

Su madre sigue en Venezuela, pero la intención de Luis Oscar es traerla a Perú. También su hermano mayor continúa en ese país. A Luis Carlos parece gustarle Arequipa. En su cuenta de Facebook hay una bonita foto de noche de la plaza de Armas.

Los dos músicos emigraron por una vida mejor. No se quejan. Les ha ido bien, aseguran. No son los únicos músicos que han emigrado de Venezuela. En Lima un grupo de extranjeros formó una orquesta llamada “La orquesta del migrante”. En Argentina hay otra llamada Latin Vox; en Miami, la Bolívar Phil y en Madrid, la Orquesta Sinfónica Cruz Diez.

EL BATERISTA

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Carlos, Ramiro y Luis Carlos, los tres se juntaron para tocar el jueves.

Ramiro Gómez, el músico que acompañó con su cajón a Luis Carlos, también es venezolano, tiene su orquesta. Se llama “La Compañía Rock Band”. Son seis integrantes; cuatro venezolanos. Gómez era publicista en Venezuela. Vino a Perú y llegó a esta ciudad. En Arequipa trabajó en dos conocidas empresas de telefonía como técnico y vendedor. No le fue mal, pero no le gustaron las condiciones laborales. Decidió renunciar e iniciar este emprendimiento musical. Ha tocado en locales. Pero también en la calle.

“¿Les ha ido bien el jueves?”, pregunto. “Hay mejores días, como también pésimos. No nos podemos quejar”.

Se considera un autodidacta. Fue guitarrista, bajista, pero por un accidente en bicicleta no pudo seguir con estos instrumentos y ahora toca la batería. Me invita a su presentación del sábado. “Siempre estamos frente al local de La Positiva”.

Este sábado iniciaron el recital a las 21.15 horas. Inician con “El che y los Rolling Stone” de Los rancheros. La gente, con casacas y mascarillas, detiene su marcha unos minutos sobre los adoquines de la calle San Francisco para escucharlos. Unos se animan y graban con sus celulares, otros cantan con los músicos. Otros más atrevidos disfrutan de las melodías con un vino escondido. El recital calienta esa noche de 15 grados centígrados y anima a más a quedarse un tiempo más con la banda de Ramiro. Termina la canción y se acercan a dejarles unas monedas en el sombrero colocado en la vereda. El vocalista agradece y continúa el concierto en una noche que no parecía posible hace dos años.

UNA CIUDAD DE MÚSICA

La música no para. Un viernes por la noche la orquesta Wataka Street toca desde la calle San Agustín. El ritual es el mismo: los cover, público grabando y otros dejando unas monedas a estos músicos. Por el portal de Flores está Luis Oscar con su violín y en polo desafiando el frío de febrero. A unos metros un muchacho canta baladas y rock. En la plaza de armas un grupo de muchachos, sentados en una de las bancas, con ayuda de una guitarra, empiezan a cantar.

La música está en las calles de la ciudad. La pandemia cerró los locales a los músicos, pero la ciudad les ofreció las calles y les va bien. Aunque muchos los vean en las calles, y no sea lo soñado, igual, rebeldes contra el destino, siguen empeñados en hacer lo que les gusta: tocar música.

Christiaan Lecarnaqué Linares
Christiaan Lecarnaqué Linareshttp://www.elpirata.pe
Periodista en Arequipa. Trabajó en el diario La República, El Pueblo. Fundó el blog El Pirata dedicado a información de cine.

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