El documental, Mujer de soldado, de Patricia Wiesse aborda un tema poco explorado en el país: las violaciones sexuales cometidas por militares durante la época del terrorismo.
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Un grupo de mujeres regresa al poblado de Manta, Huancavelica, para brindar sus testimonios con mucha franqueza y sin censura. El pueblo no las recibe con los brazos abiertos, sino con mucha hostilidad y en defensa de los agresores de estas víctimas.
No obstante, y gracias a la confianza lograda por Patricia Wiesse, es que se consiguen declaraciones reveladoras en un caso que todavía no ha sanado en el país.
En Arequipa se presentó este martes en el paraninfo de la Universidad Nacional de San Agustín. Se espera una nueva proyección de la película de Patricia Wiesse este 23 de diciembre en el teatro Umbral de la calle San Francisco.
¿Cómo es que llega esta idea a usted?
Es una idea que tenía hace 15 años cuando viajé a Manta (Huancavelica), al lugar donde ocurrieron los hechos, para hacer un reportaje televisivo. Luego yo tenía la idea hace 15 años, que era irrealizable por muchos motivos, pero sobre todo porque las señoras no querían hablar en ese momento. Ha tenido que pasar 15 años para que estén dispuestas a contar lo que les pasó. Un documentalista tiene que esperar el momento exacto para poder realizar su proyecto.
¿Cómo se gana la confianza de estas mujeres?
Porque he escrito sobre eso. Después las conocí cuando ellas se preparaban para el juicio que se estaba llevando a cabo. He ido a los talleres donde ellas se preparaban. Después hemos tenido mucho contacto, entrevistas, ya cuando el proyecto estaba definido.
¿Cuánto tiempo duró la filmación?
Fue relativamente corta, 15 días. Para nosotros la filmación es el proceso final. Tenía que ser, además, muy rápido, porque la locación, el pueblo de Manta, era hostil a las señoras y también fue hostil hacia nosotros. Por eso teníamos que filmar lo más rápido posible para terminar y no terminen expulsándonos del pueblo.
Hay mucha franqueza en los testimonios de las señoras
Esa era la idea, que sea una conversación entre ellas. Varias son conversaciones, donde se tocaron diversos temas, y cada vez los temas son más fuertes, íntimos, más personales y a través de esas conversaciones. Ellas van analizando y reflexionando. De alguna manera van entendiendo lo que pasó y también aceptando su situación y van viendo las cosas de otra manera.
No es fácil contar estos testimonios
No es nada fácil. En una de las conversaciones, que es la más fuerte, termina, y ellas estallaron en llanto, que duró más de media hora. Tuvimos que calmarlas, porque tienen ahí una cosa que no está curada, que está abierta.
¿Usted cree que este documental funcionó como una catarsis?
En el momento sí. Yo no sé si hay una curación para ellas. Creo que no, vives con eso. Lo entiendes, lo aceptas, lo tratas de asimilar, pero siempre va estar ahí la herida.

Uno de los testimonios que me impactó del documental es cuando dice: “A veces veo a mi hijo y le tengo cólera” ¿Cómo manejó esa declaración?
Yo ya sabía eso, ya habíamos conversado sobre ello. Todo lo que se habla en el documental han salido de las conversaciones previas que hemos tenido. Eso es terrible. No les tienen confianza a los hombres. Ni a las parejas y a los hijos hombres no les tienen afecto. A las hijas mujeres sí, con ellas hay una buena relación, pero con los hijos hombres hay un problema, porque las hace revivir lo que vivieron.
¿Cómo se tradujo esa hostilidad del pueblo hacia ustedes?
Hubo agresiones a las mujeres. Había grupos que murmuraban cuando ellas pasaban, cuchicheaban entre ellos, a veces hacían alusiones. Por ejemplo, “esos perros que están pasando”, cosas así, como insultos velados. Después cuando estábamos filmando subían el volumen de las radios, o se nos acercaban a decirnos: eso es mentira, eso no es así. Incluso hemos grabado voces que se escuchan en la feria, que son voces reales, de las cosas que la gente nos ha dicho, como que ellas se han aprovechado de eso para que les den reparaciones y además con unos montos que no tienen nada que ver con la realidad.
¿Hubo consecuencias para ellas luego del estreno del documental?
Felizmente no.
¿Viven ahí?
No viven ahí, fueron a Manta para reencontrarse. En el caso específico de Magda, la protagonista, fue para agradecerle al registrador, que estaba en ese momento, que haya testificado a favor de ellas en el juicio. Ahora hay un juicio que se está llevando a cabo que no ha culminado la etapa del juicio oral. No se sabe cuál será el resultado del juicio. Están en eso, esperando que algún día el juicio termine y se haga justicia. Pero todavía están ahí. (…) Ellas viven en Huancayo, han hecho su vida en Huancayo.
¿Las violaciones cometidas en este periodo no son ampliamente discutidas en la sociedad?
Para nada. Igual que en el caso de las esterilizaciones forzadas, que recién se ha pasado a juicio, pero igual ha pasado muchos años. Igual es el caso de las mujeres víctimas de violencia sexual, que en este caso hay cinco mil inscripciones en el padrón de víctimas de violaciones sexuales durante la etapa de violencia política, sin embargo, solo nueve mujeres han llegado hasta la etapa del juicio. Porque es complicado denunciar a tu agresor y encontrar las pruebas para que la fiscalía haga una investigación y luego pase a juicio. Incluso los soldados no daban sus nombres verdaderos, cambiaban sus nombres. Hay que ir y encontrar a la persona, que la persona sea citada, una serie de trámites que hace que sea muy difícil que se pueda llegar a juicio. También hay muchas mujeres que quieren esconder eso. Porque es una cosa muy terrible, le crea muchos problemas a su vida actual, con sus hijos. Muchos esposos no saben lo que sus esposas han vivido y prefieren ocultarlo.