Donde hoy funcionan chifas y restaurantes con comida al paso en el centro histórico, probablemente operaron antiguas picanterías en Arequipa. Estos tradicionales locales de comida trabajan actualmente en su mayoría fuera de esta área de Arequipa, pero antes, a finales del siglo XIX, ofrecían suculentos potajes en esta parte de la ciudad.
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El libro La gran cocina mestiza de Arequipa de Alonso Ruiz Rosas recopila algunos testimonios de viajeros que por esos años comían en picanterías en Arequipa. Uno de ellos publicado en el diario La Bolsa, el 13 de octubre de 1883, titulado «Un bebe en Arequipa» de Abelardo Gamarra «El tunante» (escritor norteño) destaca, por ejemplo, que había algunas picanterías que funcionaban en la calle San Agustín, Teatro (hoy General Morán), Barrio de San Lázaro, Ejercicios (Álvarez Thomas), etc.
Pero como también las había en el centro de la ciudad, existían en las afueras como en los distritos de Miraflores, Tiabaya o Yanahuara.
NOMBRES Y JERARQUÍAS
Lo interesante, según este artículo, es que las picanterías en Arequipa de esa época podían clasificarse en tres tipos.
«Podemos dividir las picanterías en de primera, segunda y tercera clase: de primera las que tienen hermosa huerta y local cómodo, aseado y espacioso; de segunda, las que tienen casita y corral con sembrío y de tercera, las que se hallan en tiendecitas».
Ahora también tenían unos nombres peculiares. Había unas que se llamaban El oro en polvo, La plata piña. Otras: El floripondio, 8 de octubre. «Tiene usted otras mitológicas: la diosa de Venus, La minervita». También había unas con títulos más criollos como Ña pierna, La pindonguita, Ña vale, etc.
Las picanterías han sido y serán parte de la historia de Arequipa, y por esos años parecía que consumir un picante en estos restaurantes era todo un rito, una historia que contaremos en una próxima oportunidad.
