El presidente de la república, Manuel Candamo Iriarte, hizo un viaje de tres días en barco para encontrar en Arequipa la cura a una enfermedad que lo alejó de la presidencia en 1904. Sin embargo, los achaques de ese mal no le permitieron probar esa milagrosa medicina.
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Candamo ejercía la presidencia desde el 8 de septiembre de 1903, pero conforme avanzaba 1904 empezó a presentar síntomas que su médico francés, Felix Larré, diagnosticó como mal reumático. El galeno aconsejó al mandatario viajar a Arequipa y someterse a las bondades de los baños termales del balneario de Jesús en Paucarpata para desaparecer ese mal.
Por aquellos años se la atribuía curas milagrosas a estos baños termales. Según la leyenda (publicada en el El Deber de 1904) un negro con lepra, expulsado de la ciudad, se refugió y bañó con esas aguas calientes. Se curó de ese mal. La noticia de ese milagro germinó con éxito en una ciudad religiosa y motivó frecuentes peregrinaciones para rehabilitar la salud.
Larré basado más en la ciencia (porque se dice que esas aguas ayudan en problemas digestivos y males reumáticos) que, en las leyendas, aconsejó este viaje de salud.
El presidente aceptó la recomendación médica. Por eso se apartó del cargo presidencial y dejó en su lugar al vicepresidente, Serapio Calderón (esa resolución se firmó el 18 de abril en Arequipa).
ACEPTÓ VIAJAR A AREQUIPA
El 12 de abril de 1904 partió del Callao a bordo del buque Guatemala hacia Mollendo, por esos años, puerto principal de Arequipa. Vino acompañado de su esposa, Teresa Álvarez Calderón, y dos de sus seis hijos, María y Teresa. También viajaron con el mandatario ministros como el presidente del consejo de ministros, José Pardo; edecanes, entre otros.
La comitiva llegó a Mollendo el 15 de abril a las 6 de mañana. Según el diario La Bolsa, al pisar tierras mollendinas, el mandatario sufrió un síncope (desmayo). Su recuperación fue pronta. Se embarcó en tren a las 9 de la mañana y a las 4 de la tarde llegó a la estación del ferrocarril en Arequipa.
Las autoridades y población de la ciudad organizaron actividades que hoy nadie haría por ningún presidente. El respeto hacia Candamo se tradujo en demostraciones públicas de afecto popular.
NO DISFRUTÓ DEL CARIÑO POPULAR

Pero desafortunadamente la salud de Candamo impidió que disfrutara de ese cariño. Una vez en la estación del ferrocarril partió hacia la prefectura de la calle San Francisco, subiendo por la calle La Merced. Las crónicas periodísticas escritas para El Deber y La Bolsa hablan de gente saludando al mandatario por esa calle. En una plaza, con los portales y faroles adornados con banderas y flores, esperaban unos 10 a 12 mil arequipeños.
Pero la comitiva presidencial solo pasó de frente a la prefectura. Candamo fue directo a las habitaciones adecuadas para su descanso. No saludó a los invitados a ese local. Mandó en su lugar a su secretario privado, Francisco Tudela y Varela, para agradecer el recibimiento.
La prefectura organizó un banquete, pero Candamo no participó, sino sus autoridades. Inició a las 8 de la noche con un menú francés de caviar, espárragos, jamones y quesos. Los brindis con champagne se hicieron con buenos deseos para la recuperación del mandatario.
Esa cena terminó a las 10 de la noche, hora en que los invitados caminaron hacia la plaza de armas para subir a un estrado colocado frente al portal del municipio. Desde ese tabladillo disfrutaron del color de los fuegos artificiales y quema de castillos, junto a la gente aún despierta atenta al inicio de ese espectáculo.
Candamo echado en su cama escuchaba el estruendo de los cohetes lanzados en su nombre.
UNA ENGAÑOSA MEJORÍA

Al día siguiente en un boletín publicado en el diario La Bolsa se conocería las razones que apartaron a Candamo de estos festejos. “(…) fue atacado por un mareo; lo mismo que el desembarque en Mollendo a causa de la braveza del mar. Al llegar a esta ciudad sintió los efectos del soroche”.
Candamo seguía en cama. Sus colaboradores revisaban los baños de Jesús para su alojamiento. De inmediato emprendieron trabajos para mejorar la carretera, colocar pisos de madera a una de las diez habitaciones habilitadas por esos años en estos baños, e instalar una línea telefónica.
Sin embargo, Candamo nunca llegó a probar esa maravillosa cura prometida. Desde que pisó Arequipa no abandonó la habitación de la prefectura. Los diarios El Deber y La Bolsa actualizaban boletines sobre la salud del presidente advirtiendo de una mejoría, mientras en Lima organizaban misas de salud.
La Bolsa publicó el 4 de mayo: “duerme con regularidad y hoy permanece relativamente tranquilo”. El 6 de mayo El Deber publicaba que el Dr. Jacobo Hunter. “(…) lo encontraba en buenas condiciones de salud, pero que era de opinión que se esperara todavía algunos días más para trasladarlo a Jesús”. Al día siguiente Candamo murió.
LA AUTOPSIA

A las 7 y 45 de la mañana del sábado 7 de mayo de 1904 murió Manuel Candamo, presidente de la república, en la prefectura de Arequipa. De acuerdo a una crónica de El Deber, a las 2 de la mañana de ese día Candamo se levantó fatigado de su cama. A las 4 y 30 le vino un fuerte síncope. Despertó a las 7 y 30, pero para despedirse de su familia, confesarse y recibir la extremaunción. A las 7 y 45, falleció.
Las campanadas de la catedral alertaron a los arequipeños sobre esta muerte. Las banderas se izaron a media asta. En los faroles de la plaza de armas, donde un mes antes colocaron banderas y flores para el recibimiento, ataron crespones negros en señal de duelo.
No quedó claro por esos días las razones de la muerte de Candamo. Al día siguiente sometieron el cuerpo presidencial a una autopsia. Encontraron que su estómago superaba tres veces al tamaño normal. Tenía úlceras, bilis y un tumor en el píloro, un esfínter que da acceso al alimento hacia el duodeno y luego al intestino delgado. La partida de defunción aseguraba como causas de la muerte: dilatación del estómago y estenosis del píloro.
Tiempo después se especuló que el presidente murió de cáncer al estómago. Sus vísceras fueron llevadas en una caja de zinc a Lima para su examinación.
LOS FUNERALES

Una vez superada esta etapa científica fue vestido y embalsamado para el sepelio. “Lo vimos tendido sobre la bandera nacional en traje de etiqueta con la insignia de presidente de la república”, describió El Deber. Una imagen inmortalizada por Maximiliano Vargas. El fotógrafo luego ofrecería estas fotos en un aviso publicado en El Deber.
De la prefectura fue llevado a la catedral en un ataúd de nogal. “Este templo estaba ya lleno de gente y no con poca dificultad pudo conducirse el cadáver”, destacó La Bolsa. En la iglesia estaba la familia de Candamo. El cuerpo fue colocado sobre un catafalco con esta frase: “Excmo. Señor presidente de la república, Manuel Candamo”.
Al final de la misa el cuerpo fue retirado de la catedral y llevado hacia el portal de San Agustín. Luego desfilaría por la calle La Merced hacia la estación de ferrocarril, rumbo a Mollendo para embarcarlo en el barco Constitución hacia Lima. Salió muerto por el mismo camino en que llegó vivo con una vana esperanza de prolongar sus días en Perú.
Un séquito de autoridades, vecinos notables, organizaciones, colegios y bandas de música precedían el ataúd. Atrás una cantidad de gente, equivalente a siete cuadras, seguía el cuerpo hacia la estación del tren.
CASI SE CAE AL MAR
Una vez en Mollendo fue embarcado en el buque. Lanzaron 21 cañonazos en reconocimiento a la autoridad. Al subir al barco el ataúd estuvo a punto de caer al mar debido a fuertes oleajes. La intervención del prefecto de Arequipa, Domingo J. Parra, impidió que el cajón se perdiera en el mar.
El 12 de mayo llegó el cuerpo de Candamo a Lima. Recibió similares homenajes a los organizados en Arequipa. Su esposa y dos hijas llegarían días después. Fue enterrado en el Cementerio Presbítero Matías Maestro.
Serapio Calderón asumió la presidencia de la república y convocó a elecciones. Al año siguiente ganaría, José Pardo, el presidente del consejo de ministros de Manuel Candamo.